ULISES SE BURLA DE POLIFEMO

                               

  Se agolpaban en la entrada y armaban tal vocerío que no se les entendía con claridad, solo las palabras de Polifemo resonaban broncamente sobre ellos.

--¡Ya os dije que esta noche no entraríais! –gritaba mientras agitaba con brusquedad los brazos--, ¡pequeños cabrones, no os vais a reír otra vez de mi!

Polifemo bloqueaba la entrada al Ítaca con su descomunal cuerpo, sus bíceps casi le impedían cruzar del todo los brazos sobre el torso, y su pequeña cabeza sobresalía del ancho y corto cuello como la de un madelman. A cada momento recolocaba el parche de su ojo que, cuando se exaltaba, terminaba dejando al descubierto su profunda cuenca vacía.

  Ulises observaba divertido la escena desde la esquina, charlando con Calipso, una de las espectaculares drags del Olimpo. Esa noche andaban todas revoloteando por el barrio repartiendo invitaciones y promesas lascivas. Él cogió una invitación.

--Anda, guapa, por qué no me pones tu teléfono por detrás –le dijo guiñándole un ojo. Este se recolocó bien el paquete y las plumas, y con una lujuriosa mirada fue anotando los números.

  Al ver llegar a Ulises, Polifemo se irguió aún más en su posición.

--Oye, Poli –comenzó susurrándole tras ponerse junto a él, casi rozándole--, el otro día me pareció que mirabas mucho a la del guardarropa ¿te interesa?

Polifemo cabeceó y dio un pequeño paso hacia Ulises, miró con avidez para todos los lados y abrió la boca para contestar.

--No, no me digas nada –con dos dedos, Ulises, sacó de su bolsillo trasero la tarjeta y la puso delante de él--, se que te debía una, así que hablé con ella y me dio su número para ti –al pobre gorila se le iluminó su único ojo--. No le digas nada ahora, es muy vergonzosa, llámala mañana, dile que es de mi parte y queda en algún lugar bien privado…

  Mientras los agradecimientos salían torpemente de su boca, los chicos y Ulises llegaron al Ítaca.

                                                                                    

(Inspirado en el cuadro de J.M.W.Tuner "Ulises burlando a Polifemo", este relato forma parte del libro publicado por los Calamitas "Relatos sobre Lienzo")

             

                     

                                            Y EDVARD GRITÓ

  Di una fuerte calada, sentí como mi garganta iba abrasándome hasta llenar con ese humo infecto mis pulmones. Abrí los ojos, las manchas negruzcas del techo se hicieron simas abismales que intentaban tragarme. Asustado me giré hacia la pared encerrándome como un erizo mientras canturreaba aquella canción infantil, la que usaba para evadirme cada vez que él entraba en mi cuarto. No, aquello dejo de ser útil el día que él me la susurro al oído. Cerré de nuevo los ojos y di otra bocanada más. El ardor fue arrastrándose por mis fosas nasales, penetrando con sigilo en mi cerebro, inundando de nubes gelatinosas cada rincón de mi mente. Había paz.

  Al abrir de nuevo los ojos pude ver como los rayos de la tarde taladraban la corroída cortina, dejando impresa en la pared miles de proyectiles sangrientos. Me arrastré hasta la puerta, mis manos cogieron con fuerza el pomo, y me incorporé tambaleándome. La madera, viva, era una mezcla de astillas y gusanos. Salí con rápida lentitud hasta el muelle de la bahía, por el camino mi cuerpo fue derritiéndose a cada paso dejando un reguero de miembros descompuestos. Asido a la valla pude ver como Oslo se diluía bajo las [i]“lenguas de fuego y sangre que se extendían sobre el fiordo negro azulado”. Me giré aterrado gritando mientras mi cuerpo iba fundiéndose con el infinito paisaje.

   [i]Fragmento de la descripción textual de Edvard Munch sobre el momento que origino el “El grito”

                                                                                              

(Inspirado en el cuadro de Edvard Munch "El grito", este relato forma parte del libro

publicado por los Calamitas "Relatos sobre Lienzo")

                                       EL ESCONDITE

  —Creo que aquí no me verá —pensó, todavía algo alterada, mientras observaba con mil ojos por si veía de nuevo a aquella loca con su mortífera arma en la mano—. ¿Pero qué tendrá contra mí?

  Todo parecía en calma en la sala, incluso el pasillo que daba a la oficina estaba vacío. Miró hacia la entrada; tras el escaparate, la gente esperaba el momento para entrar. Las puertas aún estaban cerradas. Cuando intentó moverse, la vio acercándose con sigilo, mirando detenidamente cada rincón. —No tengo escapatoria... —pensó de nuevo al verla tan cerca. Ya estaba casi encima de su escondite cuando una voz la frenó.

—Ya es la hora, ve abriendo.

—Pero...

— ¡Venga, que la gente se está impacientando! —le repitió con firmeza.

  Obedeció a regañadientes. Llegó hasta las puertas, las abrió de par en par y, con fingida sonrisa, fue saludando a cada invitado, mientras escondía tras su espalda el bote de insecticida. — ¡Bienvenidos a la exposición de Kazimir Malevich! —repetía una y otra vez.

  — ¡Oh, es increíble, parece que tenga vida! —comentó con entusiasmo una extravagante dama delante del cuadro n.º 4. En ese instante, ella salió de su escondite y voló hacia la libertad.

  — ¡ziiiziiiiziiiiiziiiiiziiiiiiiiii…!

                                                                   

(Inspirado en el cuadro de Kazimir Malevich "Cuadrado negro", este relato forma parte del libro publicado por los Calamitas "Relatos sobre Lienzo")